13 diciembre 2011

Querido "nadie":
Estoy cansada.
Creí que era yo la incomprendida por decisión propia, como en uno de esos días tibios en que la gente siente un impulso irrefrenable por salir y sentir el sol en la piel, después de soportar el frío durante demasiado tiempo. Como si fuera yo la que se quedaba en casa, con una manta que aplaste, una película para amas de casa de estas de Antena 3, y (aunque suene típico) un helado de chocolate en la mano, y una cuchara en la otra, mientras el resto del mundo lo pasaba bien fuera, o al menos, lo intentaban.
Creí que podría dejarlo pasar, que llegaría ese momento en el que parecería que todo iba sobre rieles. Sólo por un momento, creí que podría acostumbrarme a la quietud que me otorga el sentirme incómoda y creer que son los demás los que no van acordes conmigo. La quietud de preguntarte cada día si las cosas malas que pasaron y que pasan... eran realmente tan malas. Creí que era yo la que no se equivocaba.
Creí, creí, creí, creí y creí. Y me di cuenta de que estaba equivocada, porque creí lo que me apetecía creer.
Quizás no puedes llegar a entenderme, "nadie", pero prometo que lo he intentado hacer lo mejor que he podido.
Pensemos en lo que me han hecho sonreír estas semanas; unos cuantos chistes malos, un abrazo mañanero de esos que me da a veces Ella que me hacen sentirme pequeña otra vez, que Él me abrace y ver en sus ojos justo lo que necesitaba ver, verle sonreír (juro que no hay palabras para describir tan increíble sensación), y caminar y oír en mi cuello la cadena, como si fuera un cascabel que me quiere recordar siempre que están ahí, y que me hagan sonreír y me recuerden a Él.
Son malos tiempos para los soñadores... o quizás sólo sea que necesito mimitos de los que sólo tu puedes darme y aquel helado que mencioné antes...
Querido "nadie", gracias por escucharme (otro día más).
Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario